En la práctica médica, el diagnóstico es una herramienta fundamental que usamos para navegar en la complejidad de la salud humana. En el campo más concreto de la psiquiatría, el diagnóstico es una guía que nos permite identificar patrones de funcionamiento mental, de comportamiento y de respuesta emocional que no siempre son fácilmente visibles. Sin embargo, no podemos ignorar que el diagnóstico actual es solo una aproximación, un esquema simplificado que empleamos para comprender un sistema increíblemente complejo.
¿Comprender el cerebro?
El cerebro humano es uno de los sistemas conocidos que gestiona de una forma más eficiente altos niveles de entropía informacional. Realiza su función a través millones de conexiones, de la transmisión de señales químicas y eléctricas que cambian constantemente influyéndose unas a otras en retroalimentaciones casi infinitas. Desde otro punto de vista es también un conglomerado de experiencias subjetivas y procesos de pensamiento, muy difíciles de estudiar y medir mediante el método científico.
Por todo esto, no es posible que un cerebro humano, con todas sus limitaciones, pueda entender a otro cerebro en toda su profundidad y complejidad, simplemente porque un cerebro no cabe en otro cerebro.Para lidiar con esta complejidad que no somos capaces de abarcar hemos construido esquemas y simplificaciones que nos ayudan a poder comprender de una manera incompleta toda esta incertidumbre. Algunos son innatos, con una raíz evolutiva, los tenemos «de serie». Otros se han desarrollado de una forma más racional y ordenada, aunque no por eso son perfectos. Entre estos últimos tenemos a los diagnósticos.
Los diagnósticos son a día de hoy una herramienta irrenunciable para acercarnos a la salud mental de una forma estructurada y comprensible para nuestras capacidades. Fuera de ellos a día de hoy estamos perdidos (o peor aún, creemos que no lo estamos).
Pero las enfermedades mentales y los trastornos del comportamiento pocas veces se ajustan perfectamente a las categorías diagnósticas que usamos hoy en día. Estas categorías, como la depresión, la ansiedad o el trastorno bipolar, aunque útiles, son como hemos dicho una simplificación, una especie de mapa que nos ayuda a entender patrones generales pero que nunca logra abarcar todos los detalles individuales de cada persona.
Diagnósticos: una herramienta, no la verdad absoluta
El diagnóstico en psiquiatría no es una verdad absoluta. Los diagnósticos actuales nacen de observaciones repetidas y patrones de síntomas, los recogemos en manuales como el DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) o la CIE de la Organización Mundial de la Salud, pero estas clasificaciones son, en última instancia, aproximaciones burdas. No dejan de ser listas de síntomas (conceptos tamibén simplificados) agrupados en síndromes (también muy simples y rígidos). Pero probablemente estamos en un punto de inflexión, gracias al avance en campos como la genética y la nauerociencia (avanzando hacia la fisiopatología) y, sobre todo, la inteligencia artificial.
Por ejemplo, en problemas como el trastorno bipolar (cuidado, es un diagnóstico, con todo lo que esto conlleva) hay investigaciones que demuestran que no se trata de una sola enfermedad, sino de un conjunto de muchos subtipos, cada uno con características neurobiológicas particulares. Este enfoque podría en el futuro permitir diagnósticos más precisos y tratamientos personalizados basados en la estructura y actividad del cerebro de cada individuo. Y aunque esta división en subtipos puede ayudarnos a hacer las cosas mejor, no dejan de ser diagnósticos, que probablemente se quedan muy cortos y lejos de la realidad.
Inteligencia artificial y los modelos avanzados: el futuro de la psiquiatría
Así como en otras disciplinas enfrentadas a sistemas complejos, como la meteorología, se han desarrollado modelos matemáticos que permiten predecir el clima, en el futuro (en un futuro muy cercano, casi el presente), usaremos la inteligencia artificial para comprender el cerebro y sus alteraciones de una manera que ahora solo podemos imaginar. Estos modelos, construidos a partir de grandes cantidades de datos sobre cómo funciona el cerebro en distintas circunstancias nos ayudarán a entender patrones complejos más allá de la capacidad de procesamiento humano.
Con estos algoritmos de aprendizaje va a serposible detectar correlaciones sutiles y patrones que revelen la predisposición de una persona a ciertos trastornos mentales, o su posible respuesta a diferentes tratamientos. Estas herramientas resuelven problemas de alta dimesionalidad ante los que nuestra mente no puede apenas competir, que son probablemente el tipo de problemas complejos tras los que se esconden los trastornos mentales. Con el tiempo, estos avances podrían mejorar, y reemplazar los diagnósticos actuales, proporcionando una fotografía más detallada del estado de salud mental de una persona.
Diagnóstico personalizado y dinámico
Uno de los grandes problemas en psiquiatría es que los diagnósticos actuales son estáticos, mientras que el cerebro es dinámico. Las condiciones de salud mental cambian con el tiempo y pueden variar con el entorno, el estado emocional, el estilo de vida e incluso con la interacción social. El desarrollo de modelos computacionales y la integración de datos en tiempo real pueden proporcionar un enfoque flexible, que capture el estado mental en evolución.
Con esta orientación podríamos realizar un seguimiento constante del estado de ánimo, el sueño, los niveles de estrés y otros indicadores en tiempo real, integrando estos datos en un modelo que nos proporcione una visión precisa y actualizada de la salud mental de una persona. En lugar de recibir un diagnóstico fijo, se podría ofrecer una evaluación dinámica, ajustando el tratamiento según el momento.
Podría llegar un punto en que el concepto de diagnóstico, tal y como lo conocemos, se quedase obsoleto. Si los nuevos modelos logran describir de forma precisa los estados mentales y predecir su evolución y respuesta a diferentes intervenciones, los diagnósticos pasarían a un segundo plano. ¿Para qué queremos una simplificación si tenemos algo mucho. mejor? En lugar de etiquetar a los pacientes con un diagnóstico concreto, podríamos enfocarnos en proporcionar tratamientos adaptativos que se ajusten a las necesidades cambiantes de cada persona.
Avanzamos hacia un futuro en el que los diagnósticos van a ser reemplazados por modelos. Y esto representa una esperanza inmensa. Estamos en el umbral de un cambio trascendental en la psiquiatría y en la medicina, una era en la que quizás dejemos de diagnosticar para, en cambio, entender verdaderamente a cada persona en su complejidad única. Y será algo bueno.