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Telehealth

La telemedicina no es más que el tratamiento médico a distancia e incluye técnicas muy diversas como analizar el electrocardiograma desde un reloj de pulsera, vera tu médico por videoconferencia o ser operado por un brazo robot mientras un cirujano dirige la  intervención a miles de kilómetros de distancia. Sin ser tan sorprendentes, existen desde hace años otras telemedicinas que usamos frecuentemente como recibir un correo electrónico con los resultados del último análisis de sangre o hablar por teléfono con tu médico para ver revisar la evolución.

Telemedicina en psiquiatría

En psiquiatría y salud mental la aplicación de la medicina a distancia siempre ha parecido más sencilla. Al fin y al acabo la interacción médico-paciente se realiza principalmente a través de ‘entrevistas’: conversaciones en las que se intercambian mensajes verbales y no verbales. Por lo tanto es perfectamente posible un nivel de interacción similar al de una consulta convencionales a través de videoconferencia. Es un problema técnicamente resuelto, o al menos eso parece inicialmente.

Pero no todo es tan simple. Mientras que los cirujanos usan el bisturí para tratar al paciente, los psiquiatras y psicólogos usamos la relación que establecemos con él. Necesitamos una gran precisión e intensidad (¡intimidad!) en esta comunicación y eso no siempre es fácil a través de una cámara.

Muchos factores deben controlarse para que una videoconferencia pueda sustituir a una consulta presencial. Uno muy evidente es que los medios técnicos sean transparentes, la interacción debe ser  lo más similar posible a la de una consulta física. Todo debe suceder de forma sencilla, con fluidez, para que la tecnología no se convierta en  la protagonista. No puede haber problemas de audio o que cada tres minutos el vídeo se pixele. Necesitamos un sistema fiable y una red de datos de calidad suficiente.

Importancia de la comunicación no verbal

La comunicación no verbal es una parte esencial de la interacción, por lo que el sistema debe permitir a ambos participantes el captar detalles finos, como pueden ser parpadeos o gestos sutiles. Las cámaras deben dar una imagen con buena resolución espacial y temporal, de forma bidireccional. Además el campo visión debe ser lo suficientemente amplio para que podamos evaluar la postura corporal.

También interviene otro factor sobre el que tenemos menos influencia: la familiaridad de los usuarios con el medio. Si el paciente no está acostumbrado al uso de videoconferencias, su actuación no va a ser natural y estará mas condicionado por la parte técnica, restándole valor a la entrevista. No obstante, en esto cada paciente es diferente, dependiendo de la edad, la experiencia previa, pero también la actitud personal.

Mi primera sesión de telemedicina fue hace más de una década con una paciente que vivía en Perú, dentro de un proyecto piloto de cooperación internacional. Yo la atendía desde Madrid, nos separaban unos 10.000 km. Era una señora encantadora de unos 70 años, nunca antes había usado ningún tipo de videoconferencia y probablemente habría visto en su vida pocos ordenadores portátiles como el que Tomás, que era el enfermero de enlace en Perú, había llevado a su casa para realizar la consulta.

En los primeros cinco minutos no pudimos hablar de otra cosa que no fueran “las maravillas de la informática” y lo bien que se hablaba estando tan lejos el uno del otro. Pero enseguida surgieron los temas importantes y las pantallas desaparecieron tanto para ella como para mí. Personalmente, la sensación subjetiva con la que me quedé fue la misma que la de una consulta convencional y tengo la impresión de que a ella le sucedió lo mismo. Nuestras consultas continuaron por espacio de unos meses, el tratamiento funcionó muy bien. Recuerdo que al despedirnos me dijo que aunque estuviera ya bien, podríamos vernos para hablar de vez en cuando, que le había gustado mucho la experiencia. A pesar de la edad de mi paciente y de su escasa experiencia con los ordenadores, pudimos establecer una relación de ayuda.

Accesibilidad

Quizás esta paciente se hubiera sentido más cómoda con otro tipo de consulta, pero sin duda la telemedicina tuvo en este caso una gran ventaja: la accesibilidad. En la zona del norte de Perú donde vivía apenas había médicos y menos aún psiquiatras. Era casi imposible para ella desplazarse a un centro urbano de forma continuada para recibir asistencia médica. La videoconferencia le permitió recibir el tratamiento que necesitaba.

Esta accesibilidad no sólo es importante en una situación tan extrema. La videoconferencia hace desaparecer otras barreras que muchas veces son la causa del fracaso en los tratamientos. Desplazarse a una consulta puede ser difícil por diferentes razones, por ejemplo razones laborales. Las teleconsultas suelen ofrecer horarios más flexibles y evitan el tiempo del transporte. Otras veces es la propia enfermedad la que impide la asistencia: muchos pacientes con depresión abandonan el seguimiento justamente porque están deprimidos y no tienen energía suficiente para ir al médico. Mediante la telemedicina te pueden  ayudar incluso si no eres capaz de salir de casa.

Otra de las ventajas es que permite un abanico de tipos de consulta más amplio: además de las citas normales, pueden hacerse  consultas mucho más cortas para problemas concretos o dudas. No es eficiente programar una cita presencial de 10 minutos para revisar efectos secundarios, pero sí una videoconferencia. Esto permite abordar los problemas sin tener que esperar a una cita convencional. Muchas veces las consultas mediante telemedicina suelen acompañarse de una serie de recursos online, como documentación relacionada, un cuaderno clínico para el paciente o test online, que mejoran la calidad de la atención.

Por contra, la videoconferencia no siempre permite la misma cercanía que una consulta cara a cara: dar la mano a la otra persona o el poder mirar directamente a los ojos sin mediación de una cámara hacen el contacto cercano y real. Es más fácil construir una relación cuando la consulta es presencial. No sólo son los gestos o la forma de caminar, la intimidad también la aporta el lugar, los libros de las estanterías o cómo cedemos el paso al abrir la puerta. Todos estos datos  ayudan a conocernos mejor el uno al otro. Esto es clave para la construcción de una intimidad que es absolutamente necesaria para que el tratamiento funcione.

Una vez que las dos personas se conocen más profundamente, la influencia del medio disminuye. Tanto el médico como el paciente tienen más información para interpretar adecuadamente lo que se transmiten y es entonces cuando una entrevista por videoconferencia es prácticamente igual a una entrevista convencional.

Personalmente prefiero conocer a mis pacientes cara a cara. Creo que les ayudo mejor de esta manera, pero no siempre es posible. En la pandemia ha sido complicado acceder a consultas convencionales. En estos casos además puede ser más disruptivo el obstáculo de las mascarillas que impiden analizar la mímica adecuadamente. Una consulta presencial con mascarillas puede ser peor que una consulta online sin ellas.

Aún así la videoconferencia es una gran herramienta que nos permite una medicina distinta. Puede que no sea una opción para todos, pero tiene ventajas en algunas ocasiones, especialmente una vez que se ha establecido una relación de confianza. Quizás lo mejor sea combinar la telemedicina con las consultas tradicionales para tener en cada momento lo mejor de cada una.